¿Se rebela el mar, porque siempre tiene que detenerse en un punto y no puede entrar y cubrir la tierra?
¿Se enfada el sol, porque tiene que ocultarse, justo cuando más esplendorosos están sus rayos y ha pintado de bellos colores el cielo?
¿Sufre el cielo, porque no puede juntarse y tocarse ni un segundo con la tierra?
¿Lloran las estrellas, porque a pesar de su preciosa luz, cuando sale el sol radiante, se hacen invisibles y no brillan igual?
¿Se quejan los peces, por no poder correr por las llanuras o se irritan los pájaros, porque no pueden sumergirse en las profundidades del mar?
¿Puede el barro contender con el alfarero, porque no le gusta la forma o el diseño como está siendo moldeado?
Todo tiene un orden divino, unos límites perfectos, una sincronización exacta, todos en perfecta armonía, obedecen y hacen la voluntad del Señor.
Cuánto tenemos que aprender y cuánto tenemos que reconocer que El Señor es Dios!
Él nos hizo y no nosotros a nosotros mismos, por eso muchas veces no entendemos, no miramos, no escuchamos, no creemos, no podemos ver, la obra tan perfecta que Dios está haciendo en nosotros, aún en medio de tanta adversidad.
Es verdad que a veces nos cansamos, no solo del trabajo, nos cansamos de sufrir, de luchar y de padecer.
Pero no podemos olvidar que somos sus hijos, somos pueblo suyo y ovejas de su prado, a Él pertenecemos, Él nos hizo, Él escribe nuestra historia y Él sabe lo que está haciendo.
Confíemos en Él, no en nosotros mismos, pronto veremos Su salvación!
Reconoced que Jehová es Dios; Él nos hizo, y no nosotros a nosotros mismos; Pueblo suyo somos, y ovejas de su prado. Salmos 100:3
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