" A ti, pues, hijo de hombre, te he puesto por atalaya a la casa de Israel, y oirás la palabra de mi boca, y los amonestarás de mi parte."
Ezequiel 33:7
Si eres de los que disfrutan ver películas de otro tiempo en la que las personas vivían en ciudades fortificadas, en tiempos de guerras y batallas, seguramente habrás visto un atalaya. Un atalaya es una torre construida en un lugar muy alto para vigilar una gran extensión de terreno muchas veces con vista al mar para poder avisar con tiempo suficiente de un peligro, una amenaza o la llegada de enemigos.
En el libro de Ezequiel nos habla también del atalaya como un guarda o centinela, que era el encargado de estar en lo alto de esa torre y vigilar continuamente para poder proteger a una ciudad completa. La misión del atalaya era cuando miraba enemigos aproximarse, tocar trompeta avisar al pueblo, el pueblo al escuchar el sonido de la trompeta debía reconocer que estaban en peligro y que debían prepararse contra sus enemigos.
La primera responsabilidad era del atalaya, porque su deber era alertar al pueblo, ese era su trabajo. Luego ya la responsabilidad era del pueblo para protegerse, ponerse en guardia y pelear. Pero si el atalaya avisaba del peligro y el pueblo seguía igual y no hacían nada y su enemigo los atacaba y hería, la culpa no era ya del atalaya porque el había cumplido con su misión.
Hoy después de tanto tiempo Dios vuelve a decirnos las mismas palabras: A ti, te he elegido como mi guardia, como mi centinela, como un vigilante, para avisar y advertir a los que están cerca de ti acerca de cosas que no están bien, que no son correctas, que a Dios no le agradan. Si les hablas y no hay cambios yo no te culparé de lo que pase con él, porque tu has cumplido hablándole y amonestándole, pero si tu no te atraves a hacerlo y esa persona se pierde, esa será tu culpa y yo lo demandaré de ti, porque no has obedecido a lo que te he mandado.
Eres un atalaya en pleno siglo veinte? Te has visto alguna vez como un atalaya en el lugar donde Dios te ha puesto??? Todavía en nuestro tiempo vienen enemigos a nuestras familias, a nuestras vidas, a nuestras relaciones a querer atacarnos, destruirnos y tomar lo que es nuestro. La labor es estar atentos, mirar, vigilar, no dormirnos, ver de lejos las cosas que pueden ser de tropiezo y de mal para nuestros matrimonios, para nuestros hijos, para nuestros amigos, hermanos y tocar trompeta, avisar del peligro que vemos acercarse, actuar rápidamente.
No es fácil ser atalaya en este tiempo, a veces es más fácil pasar de todo y no complicarse la vida yendo contracorriente, pero el amor hacia nuestro prójimo debe movernos a actuar, a exhortar, hablar y no callar, no debemos vivir para complacer a todo el mundo con el temor que puedan enfadarse con nosotros o podamos perder su cariño o su amistad. No se trata de ser un religioso y caminar por la vida condenando cada acción que para nosotros no es correcta. Se trata de ser un atalaya, un fiel vigilante por amor, por amor a mi familia, por amor a mis amigos, por amor a mi prójimo.
Hoy Dios vuelve a hablarnos acerca de ser atalayas, toma unos minutos de tu tiempo si debes aconsejar, dedica un tiempo del día si debes sentarte a hablar con tus hijos, con tu esposo o esposa, con quienes amas. Mira por los enemigos que vienen y no permitas que entren, roben maten y destruyan lo que Dios te ha dado, es una gran responsabilidad hacerlo, pero vale la pena obedecer al Señor porque veremos los frutos de ser atalayas, cuando Dios libre sus vidas de las trampas del enemigo.
Vela por lo que es tuyo!
Vela por lo que es tuyo!
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