" y era viuda hacía ochenta y cuatro años; y no se apartaba del templo, sirviendo de noche y de día con ayunos y oraciones."
Lucas 2:37
Recuerdo que mi madre era una mujer intercesora, siempre estaba sentada en un lugar especial que tenía, con su biblia en la mano y orando, muchas veces nos decía: Yo no puedo hacer nada porque ya no tengo las mismas fuerzas para ayudar cocinando, limpiando o haciendo cosas en casa, pero siempre estoy orando, intercediendo al Señor por sus vidas, por su ministerio y por todo lo que hacen. Sin duda alguna era un ministerio de intercesión que vivía en nuestra casa y así, hasta el día que se fue con El Señor. Era una mujer como Ana fiel a Dios y dando su máximo esfuerzo, sin poner excusas, hasta el último día de su vida.
Ana aparece en el libro de Lucas, únicamente en 3 versículos se relata su vida, era profetisa, hija de Fanuel, de la tribu de Aser, era de edad muy avanzada, era viuda desde hacía 84 años y solamente había vivido 7 años con su marido, pero tenía una característica muy especial que la hacía diferente No se apartaba del templo, sirviendo de noche y de día, con ayunos y oraciones. Ana, la profetisa, sin duda alguna era una mujer diferente y merecía tener un lugar en las escrituras, para que aún en nuestros tiempos, en pleno siglo veinte sigamos hablando de ella.
La vida para esta mujer no habrá sido nada fácil, haber vivido tantos años sola sin su marido, haber estado casada con el sólo 7 años y ahora ser una mujer mayor, pero todo esto no fue ningún impedimento para dar lo mejor de sí misma, seguramente ella amaba a Dios y esa fuerza la ponía en la brecha, sirviendo, orando, ayunando, dejándose la vida en la casa del Señor.
Dios quiere que podamos vivir una vida libre de excusas para poder servirle, muchas veces pensamos quiero hacer lo mejor para Dios cuando tenga suficiente economía. Otras veces decimos qué puedo hacer yo por Dios si hay tantas personas sirviéndole en tantos ministerios?? También puede pasar por nuestra mente la edad, soy muy joven para dedicar mi vida al Señor o cuando sea mayor haré lo que Dios me pida o pensar ahora que tengo tantos años encima, qué puedo hacer por El Señor, si ya no tengo las mismas fuerzas que antes.
No pongamos excusas porque Dios no mira nuestra edad, para El somos eternos, y el deseo de nuestro corazón debe ser dar nuestro mayor esfuerzo, servir, amar, compartir Su palabra, llegar a tantos corazones necesitados, dar una palabra de ánimo, un consejo a tiempo, un abrazo, interesarnos por la vida de alguien puede marcar la diferencia en una persona, recordando siempre que el lugar que yo tengo nadie lo puede ocupar, y si yo no lo hago nadie lo hará por mí.
Ana, la profetisa, sin duda alguna recibió su recompensa, conoció a Jesús, su perseverancia y su esfuerzo le llevaron a ver una promesa cumplida con la venida del Mesías, estuvo en el tiempo perfecto, en el lugar correcto, porque estaba haciendo la voluntad de Dios.
Anhelemos en nuestro corazón estar allí, en el centro de Su voluntad, dando nuestro mayor esfuerzo, haciendo todo como para El, sin excusas, sin pretextos, solo dispuestos, te aseguro que veremos Su gloria!
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