"Enderezándose Jesús, y no viendo a nadie sino a la mujer, le dijo: Mujer, ¿dónde están los que te acusaban? ¿Ninguno te condenó?
Ella dijo: Ninguno, Señor. Entonces Jesús le dijo:Ni yo te condeno; vete, y no peques más."
Juan 8:10-11
El escenario era impresionante, Jesús enseña en el templo a la multitud en medio de un ambiente aparentemente tranquilo, cuando de pronto se escucha un bullicio muchas voces acusadoras y amenazantes, venía un grupo de personas, escribas, fariseos y seguramente muchos testigos para acrecentar el furor del momento. Allí llegaban todos y una mujer como protagonista de su descontento, había sido sorprendida en el acto mismo de adulterio, era el momento de juzgar, señalar, resaltar lo mala persona que era y agredir físicamente ¿por qué no? si la ley lo mandaba y ella había actuado mal.
Ante ese bullicio y ante tal acusación, Jesús en ese momento no se levantó precipitadamente, no reaccionó con irá y desprecio, no dio un salto de donde estaba para ver qué era lo que estaba pasando, sencillamente se quedó igual, inclinado hacia el suelo, escribiendo en tierra con el dedo.
Estos hombres indolentes y sin compasión se estaban desesperando ante la pasividad aparente de Jesús, tanto insistieron que por fin Jesús se enderezó y les dice esas palabras que seguramente resonaron como un brote de agua viva en los oídos de aquella mujer señalada: El que nunca haya pecado, que sea el primero en tirar la piedra...
Esta historia tan conocida del evangelio de Juan vuelve a vivirse en nuestros tiempos, muchos dedos se levantan para señalar, acusar, hablar y juzgar la vida de otra persona, resaltando el pecado, siendo indolentes, sin compasión, sin amor, solo esperando en sus corazones la destrucción de esa persona que ha actuado mal y que según ellos merece ser castigada.
Hoy no apedreamos a las personas, pero señalamos con palabras, hoy no juzgamos y hacemos un juicio a alguien por pecar, pero si criticamos, hablamos a sus espaldas y hasta mentimos, si es necesario para hacer más grande el peso de la culpa.
Esa mujer adultera puede ser cualquiera de nosotros, porque nadie puede decir que nunca ha pecado, nadie puede decir que es perfecto y santo, el enemigo de nuestras almas disfruta viendo nuestra condición de pecado, nos acusa, nos condena, nos hace sentir menospreciados y sin esperanza. Pero allí vuelve a estar Jesús frente a nuestro adversario, intercediendo por cada uno de nosotros, con un corazón de amor, de compasión, un corazón de perdón que entiende y comprende, que no solamente ve la situación, sino que conoce nuestros corazones profundamente, porque nada le es oculto.
Jesús conocía el corazón de esta mujer adultera, aborrecía el pecado, pero a ella le amaba, estuvo dispuesto a enfrentar a todos por amor a ella, hasta quedarse en ese lugar solo ante aquella mujer, preguntándole dónde estaba toda aquella multitud que le acusaba, todos se habían marchado, solo quedaban ella y El Señor, quien con amor le dijo: Yo tampoco te condeno, vete y no peques más.
¿Por qué Jesús no la condena? ¿Por qué alguien tan santo puede entender a una pecadora? Porque Jesús vino a traer vida, salvación, redención y restauración, no condenación destrucción y muerte. Hoy Jesús tampoco nos condena, él sabe que somos polvo, sabe de qué estamos hechos, él no te condena por tu pecado porque te ama, solamente te pone una condición NO PEQUES MÁS.
En qué parte de esta historia te ubicas tú?
¿Eres de los acusadores, los que levantan juicio, hablan, critican y señalan a otros, pensando ser santos?
¿Eres alguien que trata de acercarse, sin condenación, sin juicio y con amor como Jesús lo hizo?
¿Eres como la mujer que ha pecado, pero que espera el amor y la compasión de Jesús y desea con todo su corazón ser restaurada?
No peques más, esa es la exhortación que hoy nos da Jesús, no lo hagas de nuevo, no me falles otra vez, no caigas en la trampa que satanás quiere ponerte, corre, huye, ponte a salvo!!
Que El Señor nos ayude a entender esta palabra, a ver su corazón de amor hacia nosotros, sin condenación y sin juicio, sólo con una petición:
No lo hagas más, no peques más…
¡Gracias Señor, me cubre tu compasión!
Sully SL
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