La semana pasada estuvimos hablando de lo importante que es la mayordomía en nuestras vidas, sabiendo que no somos los Señores de nuestra vida sino solamente los administradores de todo lo que Dios nos ha dado, siendo él El Señor a quién daremos cuenta de cómo hemos cuidado de todo lo que ha puesto en nuestras manos.
Empezamos a hablar de la mayordomía en nuestra vida cristiana y saber que pertenecemos a Jesús y debemos demostrar en todo momento y en todo lugar que El está en nuestra vida, también vimos que debemos ser ejemplo a todos lo que están cerca de nosotros ya que aunque prediquemos y hablemos de Dios si nuestros actos son contrarios a lo que decimos perdemos la eficacia de mostrar a Dios en nuestra vida y por ultimo también vimos que nuestro testimonio es sumamente importante compartirlo a los demás, nada mejor para poder mostrar un Dios vivo que contarle a las personas las maravillas que Dios ha hecho en nuestras vidas.
Asi que hoy continuaremos hablando de la mayordomía de nuestra vida cristiana HOY en relación a nuestros hijos, quienes son los primeros que están a nuestro lado y lo importante que es transmitir a nuestra generación la vida de Dios, la vida Cristiana en nosotros.
Para ello quiero reflexionar en 3 aspectos que nos pueden ayudar a mejorar la mayordomía de nuestra vida cristiana en relación a nuestros hijos:
1.Nuestros hijos son nuestra primera tierra: La palabra de Dios nos dice que llevemos la semilla del evangelio para que las personas puedan conocer de Jesús y la primera tierra que tenemos cercana es el corazón de nuestros hijos, muchas veces nos esforzamos por predicar a Cristo, llevar una vida en santidad delante de Dios, hablamos a nuestros compañeros de trabajo, hermanos, amigos y les transmitimos la vida de Dios en nosotros, pero al volver a casa quizás estamos cansados, preocupados y en la tierra en la que deberíamos sembrar con mas empeño, mas alegría y dedicación la vida de nuestros pequeños, no siempre tenemos el mismo ánimo y esfuerzo, ellos son nuestra primera tierra para sembrar las semillas de la fe que crecen en nosotros, nuestros hijos son los primeros que miran nuestro caminar, que se dan y se darán cuentav si lo que pensamos, decimos y actuamos va en armonía con lo que predicamos, ellos verán si decimos que no hay que mentir pero nos miran mentir por alguna tontería, ellos verán si decimos que hay que orar pero les enviamos al colegio o a la cama sin orar al Señor presentando o despidiendo el día, ellos están en todo y lo que vamos sembrando dará su fruto tarde o temprano. Esto nos lleva al segundo punto.
2. Nunca es pronto y nunca es tarde para comenzar: Muchas veces decimos que nuestros niños son muy pequeños para aprender de Dios y ya crecerán, pero no es así, desde el vientre podemos empezar a hablarle a nuestros niños de Jesús, a orar con ellos, leerles salmos, leer la palabra de Dios en voz alta porque los bebes desde el vientre escuchan, luego al nacer cada día orar con ellos, antes de irlos a dormir, al despertarse, no se trata de hacer en un gran devocional con ellos pero si que su fe vaya creciendo ellos sabrán que lo primero es ir a Jesús, tienes fiebre no corramos al apiretal o a llamar al pediatra, lo primero es oremos al Señor para que te sane y damos los pasos siguientes después, pero lo primero ir al Señor, si tiene necesidad o deseo de un juguete de un libro de alguna cosa que les haga ilusión lo primero es ir a Jesus, el puede conceder o no conceder los deseos de nuestros corazones, si tienen alguna prueba, algún examen en el colegio, cualquier cosa enseñémosles buscar al Señor. Tenemos un hijo de 10 años y algunas veces me sorprende porque antes de un partido de un partido de futbol o de basket llega conmigo o con su papa y me dice “mama o papa ora por mi, para que Dios me dé habilidad y no tenga ningún golpe y me vaya bien” esa fe no nació ayer, es el trabajo de muchos años sembrando en nuestros hijos y lo que nos queda por sembrar, pero podemos estar seguros que Dios tocará sus corazones cuando llegue el momento y serán futuros siervos de Dios de ejemplo y poderosos en el Reino de Dios. Tampoco nunca es tarde para comenzar a hablar a nuestros de Dios y que vean cambios en nosotros eso puede transformar sus vidas aunque ya no sean pequeños. (re cien convertidos)
3. Oremos por nuestros hijos, no temamos corregirles y declaremos la palabra de Dios en ellos, es muy importante como padres orar por nuestros niños, si van al colegio o algún dia irán debemos cubrirles con nuestra oración porque se enfrentan muchas oras de día a distintas situaciones y personas que pueden robarles su fe, hacerles daño o cambiar los principios que traen de casa, enseñarles es muy importante pero orar por ellos es crucial. No temamos corregir a nuestros niños desde pequeños, no les dejemos hacer lo que quieran porque son pequeños, no dejemos que se contaminen con música del mundo o ideas pensando ya crecerá y cambiará, establezcamos principios en nuestra casa que ellos respeten y puedan aprender a caminar en ellos para que cuando estén solos no vacilen o duden de lo que tienen que hacer y por ultimo declaremos la palabra de Dios en sus vidas, hablemos palabras de bendición sobre ellos, en momentos de enfado desechemos totalmente palabras como tonto, no vales, no puedes torpe, etc. Pero también hablemos sobre ellos bendición, bendigámosles con nuestras palabras, que bonito sería que pudiéramos decirle a nuestros hijos Dios ha hecho grandes cosas en nosotros y como padres Dios nos ha levantado como sus siervos pero TU puedes hacer cosas más grandes que nosotros y pasarles visión para su vida.
Así que resumiendo un poco recordemos:
Que nuestros hijos son nuestra primera tierra para enseñar y predicar
Que nunca es demasiado pronto ni demasiado tarde para hablarles de Dios y enseñarles a depender de El.
Y tercero recordemos orar por nuestros hijos, corregirles en lo que sea necesario y bendecirles con nuestras palabras. Estos sencillos consejos nos pueden ayudar a mejorar nuestra mayordomía como padres…
Próxima semana comenzaremos a hablar de La mayordomía de nuestras emociones y comenzaremos con el enojo.
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