miércoles, 12 de octubre de 2016

FRUTOS DIGNOS DE ARREPENTIMIENTO


"Haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento"

Mateo 3:8


El final de una calle, de la vuelta, regrese por donde vino... Estás palabras podrían definir físicamente lo que significa el arrepentimiento, ya que arrepentirse es retractarse, renunciar, abandonar, rechazar o desertar de una actitud o un hecho, un cambio de perspectiva, una visión diferente de las cosas y una nueva forma de hacerlas.

La indiferencia y la dureza de corazón son lo contrario a un corazón arrepentido, muchas veces podemos pensar, pero si yo no he hecho nada malo! No tengo nada de qué arrepentirme! Pero eso no es así, a lo largo de un día, con 24 horas podemos hacer muchas cosas que no son gratas al Señor, podemos hablar palabras y ofender, criticar, lastimar, menospreciar y hacer sentir mal a quienes están a nuestro lado. También pecamos con nuestros pensamientos, nuestros malos deseos, nuestra queja interior, quizás falta de agradecimiento, envidia, egoísmo, falta de fe, temores, y tantas cosas que cada día debemos rebuscar en nuestro corazón y ver si hay algo de qué arrepentirnos y ponernos a cuentas con El Señor, para estar siempre limpios, libres y agradables a El.

Un escritor definió el arrepentimiento como "un cambio de mente". Ya que no podemos arrepentirnos y seguir pensando de la misma manera y haciendo las mismas cosas, porque entonces no ha habido un verdadero arrepentimiento, como cada cosa en la vida el arrepentimiento se conoce a través de sus frutos. 

La escritura dice "haced, pues, frutos dignos de arrepentimiento", el arrepentimiento como tal debería ser un fruto presente en la vida de todo cristiano que ama al Señor y que sufre en su corazón por haber pecado y fallado en alguna acción a un Dios amoroso y paciente. Estos frutos muestran un cambio radical en nuestra forma de actuar, una cambio completo en nuestra manera de pensar y pasos completamente diferentes a aquellos que dimos antes de cometer una falta.

El primer paso es el arrepentimiento, el dolor en nuestra alma, mente y corazón, ese sentimiento interno de tristeza y sufrimiento por haber actuado mal, no es pedir perdón a la ligera, es sentir la pena, la vergüenza y duele.

El segundo paso es el reconocimiento de la culpa, en este paso muchas personas pierden la bendición del perdón, porque se arrepienten de haber hecho algo malo, pero nunca logran llegar a reconocer que han actuado mal, vamos justificando nuestras malas acciones, echando la culpa a otros, cuando un corazón verdaderamente arrepentido reconoce su culpa a toda costa. 

El tercer paso la conversión, el cambio, el hacer las cosas de manera diferente, la transformación de ser alguien que antes no era, los frutos dignos de arrepentimiento.
Durante los días 11 y 12 de este mes el pueblo judío celebra Yom Kipur, que es la conmemoración del día de la expiación, perdón y el arrepentimiento de corazón sincero. Nosotros somos cristianos y reconocemos que por medio de Jesucristo tenemos perdón de nuestros pecados y nuestras faltas si con un corazón contrito y humillado nos arrepentimos de nuestros actos, El es fiel y justo para perdonarnos.

El Señor nos llama al arrepentimiento hoy, no lo dejes para mañana!

Señor Jesús vengo este día Señor con un corazón quebrantado y humillado ante ti, Señor me arrepiento de mis pecados, de cada palabra, de cada pensamiento, de cada deseo, de cada cosa que hay en mi que no te agrada, te pido perdón Señor, se duele mi corazón de tantas cosas que he hecho que no son buenas ante tus ojos, tu las conoces, a ti no puedo esconderte nada.  Padre reconozco mi falta, reconozco mi culpa, no quiero justificarme, no quiero poner excusas, yo he pecado y reconozco que no he actuado bien Señor perdóname. Hoy te pido que cambies mi corazón y me ayudes a dar esos frutos dignos de arrepentimiento, ese cambio radical en mi interior y mi exterior, tranformame Señor en esa persona que tu quieres que sea, me entrego a ti por completo, gracias por tu perdón y porque se y reconozco que sólo por tu gracia puedo ser perdonado y tener tu salvación. Amén!