"Como el padre se compadece de los hijos,
Se compadece Jehová de los que le temen."
Salmo 103:13
Siempre he pensado que cuando nos convertimos en padres entramos en una escuela del cielo en la tierra, donde aprendemos a amar incondicionalmente, aprendemos a perdonar setenta veces siete, aprendemos a servir sin esperar nada a cambio, a dar siempre la mejor parte a otros, a renunciar a nuestro propio bienestar por el de otro y aún estar dispuestos a dar nuestra propia vida por esas personitas, algunas veces de menos de un metro de estatura y otras veces ya jóvenes o adultos, pero ya sea pequeños o grandes son algo especial para nosotros, son nuestros hijos.
Piensa un momento el amor que puede inspirar un hijo, un sobrino alguien menor que tu, pero que amas con todo tu corazón? Ese sentir en tu interior de protección, de entrega, de amor, de paciencia, de perdón, de querer bendecir y dar bienestar a alguien, es el mismo sentir y mucho más que provocamos tu y yo en el corazón de Dios, porque somos sus hijos.
Aunque mucha veces nuestros hijos no nos digan que están tristes o que algo les ha pasado, nuestro corazón de madres o de padres lo identifica rápidamente, sentimos que algo no anda bien, notamos algo diferente en la expresión de su rostro, en el tono de sus palabras, en la forma en la que se comporta. Hemos sido capaces de despertar de madrugada al más mínimo cambio en el ritmo de las respiración de un recién nacido, por eso somos capaces de conocerles también cuando se hacen mayores.
Ese es el corazón de Dios hacia nosotros, la escritura dice que como el padre se compadece de sus hijos, así se compadece El Señor de nosotros. Compadecerse es sentir tristeza al ver padecer a una persona amada y desear con gran intensidad aliviar su dolor, sus sufrimientos y quitar la angustia. Dios se compadece de ti, su corazón se duele al ver las cosas que te pasan, El es tu Padre y como tal anhela verte feliz, gozoso, defenderte de tus enemigos y darte la victoria sobre toda circunstancia.
No podemos vivir indiferentes a ese gran amor, muchas veces vivimos la vida como si fuéramos solamente conocidos de Dios, vecinos, parientes lejanos y sin mayor importancia para El, pero NO ES ASÍ, el nos ve como sus hijos, con amor, se ríe con nuestras alegrías y se entristece con nuestros sufrimientos, se goza con nuestros logros y esfuerzos y se disgusta cuando vivimos una injusticia. El corazón de un padre no tiene cabida para el olvido, siempre estamos pensando en cómo estarán nuestros hijos, El Señor siempre está pensando en nosotros, El no duerme, no se fatiga con cansancio, siempre están sus ojos puestos sobre nosotros y sus oídos atentos a escucharnos, porque EL ES NUESTRO PADRE.
Reposa tu corazón en esta palabra, si hay sombras y tormentas a tu alrededor, Tu Padre del cielo calmará los vientos, calmará la tempestad y otra vez volverás a ver brillar la luz del sol, confía en TU PADRE.
Reposa tu corazón en esta palabra, si hay sombras y tormentas a tu alrededor, Tu Padre del cielo calmará los vientos, calmará la tempestad y otra vez volverás a ver brillar la luz del sol, confía en TU PADRE.
Gracias Señor por tu amor de Padre, por vernos siempre con ojos de amor, de compasión, gracias por entender nuestros sufrimientos y nuestras alegrías, gracias por estar siempre allí a nuestro lado, no importa lo que estemos viviendo, tu amor de Padre te mantiene muy cerca de nuestro corazón, enséñanos Señor a descubrirlo cada día, a disfrutarlo siempre, a vivir confiados en tu amor, gracias PADRE!!!