lunes, 11 de julio de 2022

¡Tus promesas van conmigo!


Una promesa es un regalo que Dios nos da, con la seguridad de que lo cumplirá.
Dios no es como los hombres, que podemos prometer y luego no tener la voluntad o los recursos para cumplir.
Cuando Dios da una promesa es porque realmente tiene todo en su mano para hacerla vida y para que cumpla fielmente.
Con todo y contra todo, lo que Dios ha prometido se cumplirá, porque no hay nada que pueda oponerse a Su voluntad.
Sus promesas son eternas y son verdaderas, en ellas no hay sombra, ni hay duda, ni hay imposibilidad.
En las promesas de Dios no hay un “quizás”, no hay un “ya veremos” o un “no creo”, todas sus promesas están en su palabra y son Sí, son amén!
Las promesas se heredan con paciencia, persistiendo, permaneciendo en Él y nunca abandonando Su camino.
Las promesas de Dios se alcanzan por la fe y se aguardan con esperanza.
Las promesas del Señor son nuestras, son tesoros invaluables que están escritos como cartas de amor para sus amados.
Dios nos ha dado promesas y en Su tiempo se cumplirán.
Esperemos con paciencia en cumplimiento de cada promesa, no perdamos la esperanza, porque fiel es quien lo ha prometido, fiel es quien lo hará.
Señor nada de lo que has prometido quedará sin cumplirse y donde quiera que vaya tus promesas van conmigo!

Ni una sola de todas las buenas promesas que el Señor le había hecho a la familia de Israel quedó sin cumplirse; todo lo que él había dicho se hizo realidad.
Josué 21:45 NTV
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MISERICORDIA EN LA AFLICCIÓN

 


"Porque el Señor no desecha para siempre;

Antes si aflige, también se compadece según la multitud de sus misericordias”
Lamentaciones 3:31-33

Una frase famosa dice "Para desembarcar en la isla de la sabiduría hay que navegar en un océano de aflicciones." Todos queremos llegar a ser sabios y actuar con sabiduría, pero es difícil embarcarse para navegar por un océano de aflicciones, nadie quiere ser afligido, pero para los que aman a Dios aún la aflicción tiene un propósito y es para bien.

La aflicción es un estado de preocupación intensa, un dolor interior que causa tristeza, angustia y pena, si reflexionamos detenidamente en este versículo vemos que quien permite la aflicción es El Señor, Él puede llegar a afligirnos, sentirnos desechados, angustiados y hasta desesperados, pero Su compasión es tan grande que esta aflicción no es para siempre.