jueves, 20 de septiembre de 2018

EL TESORO DE MI CORAZÓN


Porque donde está vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón.
Lucas 12:34

Existen historias fascinantes acerca de tesoros que en la antigüedad fueron fortunas invaluables y que por alguna causa inesperada desaparecieron y hasta el día de hoy siguen perdidos en algún lugar. Una de ellas es el tesoro de John Lackland, también conocido como el rey más malvado de la historia de Inglaterra, quien era aficionado a robar joyas, monedas y platos de oro para acrecentar su fortuna. Pero un desafortunado día enfermó y decidió regresar a su castillo en Newark y sus soldados junto con los carros de sus pertenencias tomaron un camino más corto, atravesando un gran recorrido de pantanos y barro, los carros no soportaron el lodo y se perdieron en los pantanos, todos se ahogaron y el tesoro perdido jamás se recuperó. 

Cuántos tesoros al igual que este se han perdido, los han robado o desaparecido, nada es para siempre y cuando ponemos nuestro corazón en las cosas materiales corremos el gran riesgo de que estas cosas se pierdan y se esfumen de nuestras manos como polvo, quedándonos sin nada y con un gran vacío en nuestro corazón.

Hoy muchos de nosotros no tenemos grandes riquezas, ni grandes tesoros que debamos cuidar celosamente para que no los roben, pero si atesoramos otras cosas que se van convirtiendo en grandes prioridades a las cuales nuestro corazón puede aferrarse.  Bienes materiales, personas, puestos de trabajo, posesiones, reconocimientos, renombre, fama, posición y muchas más son cosas a las que podemos aferrarnos como un gran tesoro al cual entregamos nuestro corazón. 

Lucas dice en el versículo 12:34 que donde está nuestro tesoro, allí también estará nuestro corazón, son dos cosas que van unidas, de la mano una con otra, tesoro y corazón, corazón y tesoro, cometemos el error de poner el corazón en cosas que Dios nos ha dado en su gran amor y misericordia y luego ya lo consideramos de nuestra posesión y pertenencia, quitando el corazón del proveedor del tesoro y poniéndolo en el tesoro en si, el cual  puede ser robado, destruido o un día se acabará.

Dónde tienes puesto tu corazón? Cuál es tu mayor tesoro? Recordemos que un tesoro  es la concentración de la riqueza, aquello de gran valor que se guarda y no se comparte con nadie.  Quién o cuál es tu mayor tesoro? Podremos saber quien ocupa el tesoro de nuestro corazón, cuando nos examinamos a nosotros mismos y nos damos cuenta en qué o en quién pensamos más? Qué pasaría si eso nos faltara y lo perdiéramos para siempre? Podría vivir sin eso que mi corazón tiene  en primer lugar y de incalculable valor? 

El tesoro de nuestro corazón debe ser siempre Jesús, un tesoro incalculable, inagotable, imperdible e inigualable, porque si pasamos por pruebas Él está allí para ayudarnos; si lo perdemos todo, está a nuestro lado para alentarnos, proveernos y restaurarnos; si enfermamos, nos sana; si sufrimos, nos consuela y llena de alegría el corazón; si estamos solos, nos acompaña; si no sabemos qué hacer, nos aconseja, dirige y guía.  Dios es un tesoro invaluable al cual nuestro corazón  puede aferrarse sin temor, porque El lo es todo y fuera de él no tenemos nada.

Señor que nuestro corazón se aferre a ti, quita nuestros ojos de lo material, de las personas, de lo que hemos conseguido o logrado, quita nuestros ojos de nuestra posición y de nosotros mismos, te damos nuestro corazón a ti, tu eres nuestro tesoro invaluable, el cual nadie puede robarse y del que dependemos eternamente y para siempre. Gracias Señor porque tu eres el tesoro de mi corazón!!