"Esperé yo a Jehová, esperó mi alma;
En su palabra he esperado."
Salmo 130:5
En la vida constantemente tenemos que esperar, esperamos 9 meses en el vientre de nuestra madre para nacer, esperamos como mujeres 9 meses para ver y tener en nuestros brazos a nuestro bebé, esperamos para abordar un autobús, esperamos en la fila del banco, del supermercado, esperamos a nuestros hijos en el Colegio, esperamos para entrar a alguna oficina, esperamos para abordar un avión, esperamos para que alguien llegue a buscarnos a determinado lugar, esperamos que se cocine una comida, esperamos que se hornee un bizcocho o una tarta, esperamos que llegue el verano, que llegue el invierno, esperamos que crezca una planta, esperamos que un árbol de sus frutos... esperar, esperar, esperar, siempre debemos estar esperando.
Desde siempre debemos esperar y a pesar de tener tanto entrenamiento en la espera, muchas veces nos cuesta esperar en Dios, quisiéramos tener sus respuestas enseguida que hacemos una petición, quisiéramos tener un milagro cuando oramos fervientemente, deseamos que la provisión llegue en cuanto clamamos a Él, pero para El Señor nuestro Dios no es tan importante que obtengamos algo, sino la manera en la que se forma nuestro carácter a lo largo de esa espera que quizás lleve unos minutos, otras veces días, quizás meses o hasta años.
Podemos esperar en muchas cosas, en personas, en situaciones, pero la palabra de Dios dice que esperemos en El Señor, que nuestra alma, que incluye nuestros pensamientos, emociones, sentimientos y voluntad, debemos esperar en El Señor y esperar en Su palabra.
Cuando esperamos en Su palabra debemos tener la plena certeza que nunca ha fallado, que Su palabra ha pasado de generación en generación y nunca ha fallado y siempre se ha cumplido, esperar en la palabra de Dios quita nuestros ojos de esperar en los hombres, de esperar en nosotros mismos y de esperar cosas fuera de la voluntad del Señor.
La vida es una constante espera, según el diccionario la espera es el período que transcurre hasta que ocurra algún evento esperado. Ese tiempo preciso debemos estar aferrados al Señor sin esperar en nadie más que en El, expectantes y con fe. La espera en Dios nos llena de fortaleza en medio de la debilidad, nos llena de fe en medio de la incredulidad, nos llena de gozo en medio del dolor y nos llena de paz en medio de la angustia.
Esperas algo maravilloso este año nuevo que ha comenzado? Esperas un milagro en la vida de un familiar, de un amigo de un hermano? Esperas respuestas a muchas de tus oraciones? Espera en El Señor, descansa en El, que ese tiempo que transcurre sea de reposo en Su presencia, quédate allí hasta que veas Su gloria sobre tu vida y no te muevas para que la corriente del mundo no te haga flaquear o tambalear.
Recuerdo una alabanza que cantaba hace muchos años y te pido que la hagas tuya hoy en tu devocional:
En tu presencia, en tu presencia hay paz,
En tu presencia en tu presencia hay gozo,
esperaré, me quedaré en Tu presencia cada día
hasta que tu gloria sea formada en mi!
Gloria a Jesús, esperamos en ti Señor!
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