En las manos de Dios...

¿Qué lugar podría ser mejor que las manos de Dios?

Las manos de Dios, esas manos que hicieron los cielos y las tierra.
Las manos de Dios, que nos formaron en el vientre, que entretejieron nuestro cuerpo, con tanto detalle y tanta precisión.
Las manos de Dios, que aprietan nuestras manos cuando pensamos caer, que nos sostienen, nos sacan del fondo, nos dan salvación.
Las manos de Dios, esas manos que acarician, manos que limpian, ungen con aceite y sanan las heridas.
Las manos de Dios, esas manos, que por las mañanas abren nuestros ojos y por las noches con amor los cierran, manos que señalan el camino que debemos seguir.
Las manos de Dios, manos que nos impulsan a seguir adelante, que nos acompañan en todo lugar, manos que cierran y abren puertas, manos de vida y manos que dan paz.
Las manos de Dios, manos que trazan sus planes, que escriben nuestra historia, manos que dan solución.
En Sus manos, todo se ve diferente, manos que todo lo pueden, manos llenas de amor, las manos de Dios.
El mejor lugar, la mayor seguridad, el más grande consuelo, inigualable fortaleza, las manos de Dios.
Sully SL 

"Con tus manos me creaste, me diste forma. Dame entendimiento para aprender tus mandamientos."
Salmo 119:73 NVI 

Humildad…

 

Reconocer nuestras propias debilidades y limitaciones.
Reconocer que no sabemos todo y que no podemos con todo.
Humildad, tener un corazón dispuesto a entender y un oído dispuesto a escuchar.
Humildad, saber que cada día algo nuevo se puede aprender.
Humildad, reconocer que necesitamos la ayuda de otros y que nunca es tarde para comenzar.
Humildad, abrir los ojos a lo que otros nos dicen que podría estar mejor.
Humildad para abrir el entendimiento y no pensar que siempre tenemos la razón.
Humildad, disposición de nuestra voluntad para mejorar, para cambiar, para aceptar cosas nuevas y diferentes.
Humildad para esperar el tiempo de Dios y no tomar otros atajos.
Humildad para no empujar o forzar puertas que Dios ya ha cerrado.
Humildad ante Dios, para aceptar Sus planes, sus propósitos y caminar en el centro de Su voluntad.
Humildad ante los hombres, para pasar por alto la ofensa, para ser pacientes, tolerantes, amables y andar en amor.
Humildad para confiar, para esperar, para entender, para vivir tomados de Su mano, Humildad para reconocer que NO somos nosotros, sino que todo, es sólo por Su gracia.

“La humildad y el respeto hacia el Señor llevan al hombre a la riqueza, a la honra y a una larga vida.” Proverbios 22:4
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El Dios de mi alegría...

El rey David, siempre le decía a su alma, ¿por qué te abates?¿por qué te turbas?

Cuando el alma se abate y se pone triste, cuando el alma está inquieta y necesita descanso, el mejor lugar, es ir al altar, alabarle y llenarse de la presencia del Dios de nuestra alegría.
Con El Señor podemos hablar en cualquier momento y a cualquier hora del día, pero también debemos tener ese lugar y ese tiempo en el que vamos ante su presencia.
Entrar al altar de Dios, donde hablamos y estamos con Él, donde podemos entregar todas nuestras cargas, pesos, angustias, preguntas, dificultades, alegrías, emociones, sentimientos, donde entregamos todo y lo ponemos a sus pies.
Ese lugar donde llegamos cargados y salimos renovados.
Entrar a ese lugar donde nada ni nadie nos puede juzgar o señalar, donde estamos a solas con Él y donde podemos descansar.
El mejor lugar para nuestra alma es la presencia de Dios, entremos a ese altar, con el Dios que nos llena de gozo, donde podemos alabarle, donde podemos esperar y donde recibimos todo lo que necesitamos para seguir adelante.
Para el alma abatida, afanada, angustiada, triste o preocupada, no hay nada mejor que ese lugar con el Dios de nuestra alegría y de nuestro gozo!
¡Hay poder en la alabanza!

“Entraré al altar de Dios, al Dios de mi alegría y de mi gozo; Y te alabaré con arpa, oh Dios, Dios mío.¿Por qué te abates, oh alma mía, Y por qué te turbas dentro de mí? Espera en Dios; porque aún he de alabarle, salvación mía y Dios mío.” Salmo 43:4-5
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¡Despertemos del sueño!

Los tiempos que vivimos son muy importantes, no son tiempos para vivir como si estuviéramos dormidos.
La gente sigue viviendo como si nada pasara, no importan las noticias, no importan las guerras, no importa nada.
Cada quien vive una vida en la que hay mucho correr y luchar por alcanzar posiciones, reconocimientos, cosas materiales.
Pero los tiempos no son buenos, así que no podemos seguir viviendo en la oscuridad.
Es tiempo de vivir llenos del Espíritu Santo, quien nos guía a toda verdad, quien nos enseña y da dominio propio, quien nos lleva a andar en la luz y nos muestra la voluntad de Dios.
Es tiempo de hacer lo correcto, de no tener nada encubierto y vivir como en plena luz del día, aunque sea de noche.
Es tiempo de vivir una vida que agrada a Dios, que comparte de Su amor y Su salvación a tiempo y fuera de tiempo.
Es tiempo de levantarnos del sueño, es tiempo de tener nuestras lámparas llenas de aceite, llenas de la unción del Espíritu Santo.
Es tiempo de dejar de apoyarnos en nuestra propia prudencia y dejar que El Señor nos guarde y proteja, bajo la sombra de sus alas.
Nuestra salvación está mucho más cerca ahora, que cuando un día comenzamos a creer en Jesús.
Es tiempo de hacer su voluntad y no mirar ni a derecha, ni a izquierda.
¡Ya es hora de despertar!

“Hagan todo esto, conscientes del tiempo en que vivimos y de que ya es hora de que despertemos del sueño. Porque nuestra salvación está más cerca de nosotros ahora que cuando creímos.” Romanos 13:11

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¡Si Dios quiere!

¡Es tan importante vivir en lo que Dios quiere!

Porque si vivimos en esa seguridad, sabemos que no depende de nosotros, de nuestra capacidad o de nuestra suficiencia, sino todo dependerá de Dios.
Cuando vivimos en lo que Dios quiere, las cosas quizás no van a suceder como esperamos, pero sabemos que serán como Dios las permite y tal vez, serán mucho mejor de lo que pensábamos.
¿Quieres tu lo que Dios quiere en todas las áreas de tu vida?
¿Quieres tu lo que Dios quiere para tu familia, tu trabajo, tus finanzas, tu provisión, tu corazón?
¿Quieres lo que Dios quiere cuando las cosas se complican?
¿Quieres tu lo que Dios quiere en medio de las situaciones que no comprendes y las cosas que no entiendes?
Vivir una vida bajo Su protección es aceptar lo que Dios quiere como lo mejor para mí.
Somos tan vulnerables, ni siquiera sabemos lo que va a suceder en los próximos minutos, las próximas horas, no sabemos qué pasará mañana.
¡Qué difícil es querer, lo que Dios NO quiere para mí!
Es luchar contra corriente, es engañarnos a nosotros mismos, es ir a un puerto que no es seguro.
¡Qué descanso al corazón vivir en lo que Dios sí quiere!
Porque si Él quiere algo para mí, será lo mejor, será perfecto, encajaremos, nos dará la capacidad y su gracia para vivirlo.
Si Dios quiere… quiero vivir cada día de mi vida en lo que Dios quiere!

¿Cómo pueden hablar así, cuando ni siquiera saben lo que les va a suceder mañana? Su vida es como la niebla: aparece por un poco de tiempo, y luego desaparece. Más bien, deberían decir: «Si Dios quiere, viviremos y haremos esto o aquello.»
Santiago 4:14‭-‬15 TLA
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Nada por mi propia cuenta…

Vivimos en una sociedad que actúa muchas veces por impulso.
Frases como “vivir el momento” o “disfrutar aquí y ahora”, llenan los corazones de espontaneidad.
Vivir de forma reactiva ante las circunstancias, nos puede llevar a tomar decisiones equivocadas.
En el diario vivir, entre tanta rutina, vamos decidiendo y haciendo cosas, pensando que todo lo que hacemos es correcto y que todo lo que decidimos está bien.
Cuando Jesús estuvo aquí en la tierra, todo lo que hizo fue impactante en ese tiempo y sigue impactando los corazones de los hombres.
Pero la clave de Jesús, es que él no actuaba por sí solo, Jesús no hacía nada por su propia cuenta, Jesús dependía cien por ciento del Padre.
El Padre moraba en Él, cada palabra, cada acción, cada milagro, cada cosa que Jesús hacía, lo hacía con El Padre que moraba en Él, Él hacía las obras.
Si Jesús siendo hombre y siendo Dios, necesitaba del Padre y no hacía nada por su propia cuenta, cuánto más nosotros necesitamos del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, en cada día de nuestra vida.
Cada paso que damos, cada decisión que tomamos, no nos apoyemos en nuestra propia prudencia, busquemos a Dios en oración, leamos Su palabra, pidamos la guianza del Espíritu Santo, necesitamos su ayuda en todo momento y en todo lugar.
Padre, dirige mis pasos, guía mis acciones, ayúdame a ser como Jesús y no hacer nada por mi propia cuenta.

¿No crees que yo soy en el Padre, y el Padre en mí? Las palabras que yo os hablo, no las hablo por mi propia cuenta, sino que el Padre que mora en mí, él hace las obras. Juan 14:10
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Cuando se hace visible lo sobrenatural…

Dios es más real de lo que nos podemos imaginar, porque nuestro entendimiento es muy pequeño para reconocer tanta grandeza.
Vivimos en un mundo natural y de vez en cuando, Dios permite que eso sobrenatural se haga visible o palpable, sorprendiéndonos con cosas bonitas que llenan el corazón de esperanza.
El amor de Dios se desborda, no podemos dudar de Su presencia en nuestra vida.
Dios está allí, en ese momento cuando pensamos, cuando hablamos, cuando tenemos una petición, una necesidad, una aflicción, Él está escuchando.
Viviendo en un mundo real, es maravilloso ver la mano sobrenatural de Dios, llegando hasta nosotros, abriéndose camino, mostrando Su poder, Su provisión, Su amor.
Un día, el cielo abre una ventana y ese rayito de luz, provoca una ola gigante de gloria en nuestras vidas, en la que podemos ver, no solo que Él es Dios, sino que es nuestro Dios!
Si somos sensibles a Su voz, tu y yo podemos ser parte de hacer visible lo sobrenatural en la vida de otros, dando un abrazo, mandando un mensaje inesperado, dando algo de lo que Dios nos ha dado, sorprendiendo a otros con un acto de generosidad, con una respuesta amable, con una decisión desinteresada, con actos que muestran el amor de Dios, en el momento preciso a quien lo necesita.
Gracias Señor por hacerte notar, por hablarnos, por mostrarnos tu gloria en las cosas más sencillas, gracias por hacer de vez en cuando visible lo sobrenatural, siempre en Tu amor inmenso, encuentras la forma de sorprendernos!

“Con tremendas cosas nos responderás tú en justicia, Oh Dios de nuestra salvación, Esperanza de todos los términos de la tierra, Y de los más remotos confines del mar.” Salmo 65:5
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Porque de él mana la vida…

Durante años guardamos cientos o miles de cosas, grandes, pequeñas, importantes y también insignificantes, en lo material guardamos y guardamos.

También guardamos nuestra seguridad, guardamos nuestra vida, guardamos nuestra familia, damos protección a aquello que realmente tiene un gran valor para nosotros.
Pero si hay algo que debemos guardar, sobre toda cosa guardada, es el corazón.
El corazón es para Dios, solamente para Él, porque en sus manos es donde mejor guardado puede estar.
Hay tantas cosas en el corazón, nuestra alma, emociones, sentimientos, nuestra mente, del corazón brota la vida misma.
El corazón debe guardarse, porque también es engañoso y perverso, nadie lo conoce realmente, solo aquél que lo ha creado, El Señor.
Si el corazón no se guarda, puede llenarse de impaciencia, imprudencia, ansiedad, puede llenarse de maldad, de amargura y de quebranto.
Pero si el corazón se deja en manos del Señor, ese corazón tendrá vida, alegría, sabiduría, inteligencia, sensatez, prudencia y lo más bonito, un corazón lleno de gozo hermosea nuestro rostro.
El corazón es para Dios, en sus manos estará seguro, guardado, protegido, confiado.
Un corazón guardado en Dios, sabrá amar, perdonar, entender, sabrá cómo hablar, cómo actuar, sabrá caminar en Su voluntad.
¡Señor, guarda nuestro corazón porque de él mana la vida!

“Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; Porque de él mana la vida.” Proverbios 4:23
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