El rey David, siempre le decía a su alma, ¿por qué te abates?¿por qué te turbas?Cuando el alma se abate y se pone triste, cuando el alma está inquieta y necesita descanso, el mejor lugar, es ir al altar, alabarle y llenarse de la presencia del Dios de nuestra alegría.
Con El Señor podemos hablar en cualquier momento y a cualquier hora del día, pero también debemos tener ese lugar y ese tiempo en el que vamos ante su presencia.
Entrar al altar de Dios, donde hablamos y estamos con Él, donde podemos entregar todas nuestras cargas, pesos, angustias, preguntas, dificultades, alegrías, emociones, sentimientos, donde entregamos todo y lo ponemos a sus pies.
Ese lugar donde llegamos cargados y salimos renovados.
Entrar a ese lugar donde nada ni nadie nos puede juzgar o señalar, donde estamos a solas con Él y donde podemos descansar.
El mejor lugar para nuestra alma es la presencia de Dios, entremos a ese altar, con el Dios que nos llena de gozo, donde podemos alabarle, donde podemos esperar y donde recibimos todo lo que necesitamos para seguir adelante.
Para el alma abatida, afanada, angustiada, triste o preocupada, no hay nada mejor que ese lugar con el Dios de nuestra alegría y de nuestro gozo!
¡Hay poder en la alabanza!
“Entraré al altar de Dios, al Dios de mi alegría y de mi gozo; Y te alabaré con arpa, oh Dios, Dios mío.¿Por qué te abates, oh alma mía, Y por qué te turbas dentro de mí? Espera en Dios; porque aún he de alabarle, salvación mía y Dios mío.” Salmo 43:4-5
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